09/12/23

LA CAMPANA DE VIENTO VACÍA CUELGA EN LA VACUIDAD

“Todo el cuerpo es como una boca

que cuelga en un espacio vacío.

Sin cuestionar los vientos del este, oeste, sur o norte,

igual que todos ellos, habla de prajña: 

Ding-dong-a-ling ding-dong. 

 

(poema escrito por Rujing, maestro chino de Dogen Zenji)

 

Todo este cuerpo de la campana de viento somos nosotros mismos. Los vientos provienen de todas las direcciones, sin embargo, la campana de viento nunca discrimina entre ellos. Hay muchos tipos de vientos. La primavera trae agradables brisas. En invierno sopla un viento frío del norte. En verano el viento es caluroso. El viento tiene un significado diferente en cada situación, en cada estación. (…) La campana de viento vacía cuelga en la vacuidad. Cuando llega el viento, emite un sonido que es prajña. La última línea del poema, “ding dong a ling ding dong”, es el sonido de la campana. Esta es nuestra práctica de zazen.”

(Shohaku Okumura en “Vivir guiados por el voto”. Ed Nous)

COMENTARIO:

Okumura escribe estas bellas líneas en uno de sus comentarios al Sutra del Corazón. Este breve Sutra es seguramente el más recitado en las comunidades zen de todo el mundo. Un texto que a pesar de la dificultad que podamos experimentar al leerlo nos transmite poderosamente el mensaje de la impermanencia y la carencia de sustancia fija de todo aquello que nos rodea y de nosotros mismos.

Los vientos que mecen nuestra vida ordinaria a veces nos llenan de felicidad y otras nos golpean con dureza y llenan nuestro corazón de sufrimiento. Tanto en un caso como en el otro, los vientos son por lo general imprevisibles y pasajeros. Cuando la vida nos sonríe quisiéramos retener esas horas, agarrarlas para que no escapen. En los momentos oscuros, en la aflicción, podemos pensar que esa situación durará para siempre y nos desesperamos. Pero todo pasa, esas situaciones también desaparecen y dan paso a nuevas situaciones vitales.

En ese fluir constante, sin nada sólido donde agarrarse, se inscribe nuestra práctica diaria de zazen. Una práctica que debe ser diaria si pretendemos vivir una vida zen. Consolidar nuestro zazen diario, si todavía no lo hemos hecho, debe ser nuestro primer objetivo. Un dicho zen dice que es aconsejable sentarse en zazen cada día un mínimo de cuarenta minutos y que, si un día estamos muy ocupados y no tenemos tiempo, en vez de cuarenta minutos ¡debemos sentarnos sesenta minutos!
De nuestro zazen brota el “ding dong a ling ding dong” que regala al mundo un abrazo compasivo de sabiduría y de paz.