ESTUDIÉ LA MEDITACIÓN REGULANDO AL ALIENTO
Éric Romméluere nos habla del zazen, la meditación Zen, a partir de un poema de Ryokan (1758 – 1831), conocido por todos nosotros, poeta y eremita, que prefirió renunciar al puesto de abad del templo en el que se formó, Kosho – Ji, con el maestro soto Kokusen, viviendo en una pequeña cabaña cerca de su pueblo natal, en las laderas del monte Kugami, viviendo de la mendicidad, practicando zazen, jugando con los niños, bebiendo sake con los aldeanos y componiendo poemas, como este que a continuación leeremos.
En otro tiempo estudié la meditación
Regulando delicadamente el aliento,
pasé años de esa manera
hasta el punto de olvidarme de comer y dormir
incluso si alcancé la inactividad,
sin duda no se debió sino a la fuerza de mi práctica.
Mas, ¿en qué sería eso comparable al alcanzar el no hacer
el cual, una vez logrado, se logra para siempre?
En otro tiempo estudié la meditación
Regulando delicadamente el aliento
COMENTARIO SOBRE ESTAS DOS ESTROFAS:
Siempre se plantea la misma cuestión: ¿Qué se hace durante la meditación? En todos los textos Zen, no leeréis nunca expresiones como “concentrarse sobre la respiración” u “observar la respiración”. ¿Por qué? La meditación Zen abandona todos los métodos, todas las técnicas. Se contenta con permanecer en lo abierto. Por supuesto es necesario utilizar algunas técnicas cuando se padece confusión o dificultades que nos engullen, pero, estas no confundirse con la meditación en si.
En esta dimensión de apertura, no estamos finalmente concentrados en nada, no observamos nada, no controlamos nada. Y sin embargo nuestra experiencia real de la meditación no es la de la nada, sino la vida que vive en nosotros. Incluso inmóvil el cuerpo permanece recorrido por infinitos movimientos; muy simplemente, el vaivén de la respiración, un suave respirar, el batir del corazón que se convierte en perceptible.
Silencio del pensamiento, incluso si no se piensa en ninguna cosa en particular, se siente de todas formas como la mente posee su propia densidad, recorrida por movimientos sutiles antes incluso de que se anime bajo la forma de un pensamiento.
La meditación no es más que un proceso infinito en el que, de instante en instante, nos ajustamos, a veces imperceptiblemente, a veces groseramente, a la inmovilidad y el silencio. Un ajuste así no exime a la voluntad. Es la vida que se ajusta a la vida. Es el cuerpo mismo que encuentra su exacto lugar en el espacio, es la respiración misma que se ahonda en la columna de aire, es la mente misma que abre el espacio infinito del corazón.