NO HAY MAESTRO DE ZEN
“Una de mis historias Zen favoritas es sobre maestros. El gran maestro Zen Huangbo entra al salón del monasterio y dice a los monjes reunidos: “¡Todos vosotros sois sorbedores de escoria! Si continuáis así, ¿cuándo seréis capaces de ver el día de hoy? ¿No sabéis que en toda China no hay ningún Maestro Zen?
Un monje se acerca y le dice: “Entonces, ¿qué pasa con todas esas personas como tú que crean lugares Zen a los que acuden los estudiantes como bandadas de pájaros?” Huangbo responde: «No digo que no haya Zen, sólo digo que no hay maestros Zen».
Mis pensamientos resonaban con los de Huangbo: existe el Zen, pero no hay maestros de Zen. Por supuesto, personas con credenciales se instalan y dan la bienvenida a los estudiantes. Todos necesitamos alguna estructura y un lugar para practicar. Pero el maestro no puede enseñarte. Tu práctica depende de ti.
Hay más en “no hay maestros de Zen” de lo que parece. Sigo creyendo que los estudiantes son responsables de su propia práctica y de su propio despertar. Nadie puede comunicar una verdad que valga la pena conocer; la única verdad que vale la pena es la que encuentras de forma única, para tu propia vida. Por otra parte, el Zen no es una práctica del Llanero Solitario. Los maestros zen son importantes para la práctica, como ciertamente indica la tradición y lo demuestra la experiencia. Sí, no hay maestros de Zen porque el Zen no es una materia o habilidad que se pueda enseñar. Hay cosas que aprender, como la liturgia Zen, cómo comportarse en un zendo y cómo tocar una campana adecuada en el momento adecuado, pero está claro que el Zen en sí, aunque no es exactamente algo más que estas cosas, no es lo mismo que ellas. El Zen es mucho más resbaladizo que la mayoría de cosas. El Sutra del Corazón dice: «Todos los fenómenos están vacíos». El Zen está vacío: vacío de contenido, vacío de doctrina, estilo o fe que pueda codificarse y definirse. Entonces, ¿qué hay que enseñar?
Pero sí, hay maestros Zen porque la práctica del Zen no es una nada: se produce una verdadera transformación. Los maestros Zen no pueden mostrarte cómo efectuar esta transformación, no pueden hacer que suceda en ti y no son “maestros” en ella (nadie podría ser maestro de un sentimiento de vida indefinible y vacío). Pero sí juegan un papel esencial.
En el modelo educativo ordinario existen profesores que enseñan, estudiantes que aprenden, materias, estándares de conocimientos y una institución educativa que contiene y certifica el proceso educativo. Si bien en cierto modo el Zen podría tener esta apariencia, en realidad el Zen no es un proceso educativo, sino más bien uno de transformación en el que tanto el maestro como el estudiante participan plenamente, desempeñando cada uno su papel adecuado. El proceso mismo efectúa la transformación.
Piensa en ello como una máquina con muchas partes móviles que interactúan en un sistema complejo, cada una de las cuales afecta a las demás. Ninguna parte “enseña” mientras otra “aprende”. Sin embargo, haz funcionar la máquina durante un rato y algo sucede: se produce un producto, en este caso un practicante Zen experimentado que encarna, a su manera única, los valores, los compromisos y, sobre todo, el sentimiento y la visión de una vida de práctica. Así que es tal como dice Huangbo: hay Zen pero, estrictamente hablando, no hay maestros, aunque sí, la máquina no girará a menos que todas las piezas funcionen plenamente en sus lugares adecuados.
Norman Fischer (Sacerdote y Maestro Zen Soto en USA)
COMENTARIO:
“Nadie puede enseñarte el Zen,
pero necesitas un maestro Zen para entender esto.”
Hokuto Daniel Diffin
Como a menudo solemos decir, el Zen no es una ideología sino una práctica, y como tal es algo personal y completamente intransferible. Es algo que se adapta a cada uno como lo hace un guante con la mano. Cada uno de nosotros es singular e irrepetible y en consecuencia debe recorrer y construir su propia vida Zen. Vivir su camino, sus dificultades y vivir su despertar. Porque ese despertar, o mejor esos despertares, no son en el budismo una cosa reservada para unos seres excepcionales que existen de vez en cuando, sino que el Buda Sakyamuni expuso un método que es útil y adecuado para cada uno de nosotros, para ti, para mi.
Se podrían señalar dos aspectos importantes al respecto. Por una parte, nadie puede vivir nuestra vida por nosotros, es algo que tenemos que hacer nosotros, nadie puede respirar por nosotros. Y por otro lado, la naturaleza insondable, no-dual de la experiencia profunda del Zen es imposible de recoger en palabras y por tanto de ser transmitida mediante el lenguaje o los métodos de enseñanza convencional.
A lo largo de los siglos la experiencia de miles de personas practicando el Zen ha sido capaz de elaborar maneras de soslayar en la medida de lo posible estos dos puntos. El Zen ha creado su propio idioma o lenguaje lleno de paradojas, de mecanismos, de artilugios como los Koan, que utilizados intensamente y bajo la supervisión de un Maestro son capaces de incorporar el Zen a nuestra propia vida, de ponernos el guante, y de romper nuestros prejuicios y esquemas mentales para saltar a la no- dualidad y encarnar el Misterio.
“Nuestra práctica no sirve para solucionar el misterio sino para poner claramente de manifiesto que existe el Misterio.”
Robert Aitken