LA FUERZA DE LA TIERRA
Relato budista
Cuando estemos dispuestos a tener confianza en la tierra, la gran fuerza de la vida empezará a trabajar en nuestro interior. Hace algunos años experimenté esta fuerza vital en medio de la tremenda desolación de la tierra seca y estéril de los campos de refugiados de Camboya, que había visitado para ayudar a los refugiados. Tras el holocausto de Camboya, solamente habían sobrevivido algunos miembros de las familias -una madre, tres niños, un tío anciano y dos sobrinos- y a cada uno se le había dado una cabaña de 1,20 de ancho por 1,80 de largo y 1,50 de alto. Delante de cada choza había un pequeño trozo de tierra que tal vez no tenía un metro cuadrado. Al cabo de pocos meses de vivir en el campamento, en los pequeños trozos de tierra junto a la mayoría de las cabañas, la gente había cultivado un huerto. Tenían una planta de calabaza con dos o tres calabazas pequeñas, una planta de judías, o alguna otra verdura. Las plantas estaban muy bien cuidadas, con pequeñas cañas de bambú para sujetarlas. Los zarcillos de la planta de judías se enrollaban en la caña y subían por el tejado de la cabaña.
Todos los días, cada familia de refugiados caminaba más de un kilómetro y medio y hacía una larga cola durante media hora ante el pozo en el extremo del campamento, y volvía con un cubo de agua para sus plantas. Era algo hermoso, bello, ver estos huertos en medio de este campamento durante la estación seca, cuando apenas podrías imaginarte que algo pudiese crecer en un campo tan seco y estéril.
Mientras estas familias destrozadas por la guerra plantaban y regaban sus diminutos huertos, despertaban la imparable fuerza de la vida. ¡Nosotros podemos hacer lo mismo! No importan las dificultades interiores, ni los sufrimientos exteriores que tengamos que experimentar, descubriremos esa misma fuerza arrolladora de la vida al ocuparnos de la ignorancia con benevolencia.
Comentario:
La tierra nos enseña que en ella están todas las respuestas. Los ciclos de la vida se dan en un continuum incesante, nacimiento, vida y muerte. En este fluir del que nada ni nadie puede escapar, podemos aprender que en cada instante todo está naciendo y muriendo, curiosamente cuando soltamos los apegos estrechamente relacionados con una mente dual vemos que todo está bien, tal cual es. De esta manera podemos elegir nacer al dejar morir la mente condicionada y en el proceso dejarnos sorprender por los frutos que la tierra nos ofrece, instante tras instante.
Por muy seco que esté todo a tu alrededor si tienes una intención clara, desde un lugar, el no lugar, diminutas semillas comienzan a germinar.