“FLORES Y LUNA, CUARENTA Y NUEVE AÑOS DE ANDAR SIN RUMBO”
“Flores y luna,
cuarenta y nueve años
de andar sin rumbo”
(Issa Kobayashi)
En la tradición del Zen, la contemplación de la naturaleza constituye una práctica fundamental. El primer verso, «Flores y luna», nos conecta con la belleza y la armonía de la NATURALEZA; siempre en movimiento, como la luna en sus distintas fases; siempre efímera, como las flores que se marchitan inevitablemente por el paso del tiempo.
El segundo verso, «cuarenta y nueve años», nos lleva a detenernos en la simbología del número 49. En la tradición japonesa, el día 49 después de la muerte de una persona es una ocasión importante, puesto que marca el momento en que el espíritu abandona el cuerpo del difunto. Desde la perspectiva del Zen, este verso parece ser un recordatorio, un tomar conciencia de la rueda del Samsara, el ciclo interminable de nacimiento, vida y muerte en el que estamos inmersos todos los seres.
El último verso, «de andar sin rumbo», nos lleva directamente a la idea de SOLTAR, de librarnos de las expectativas y de los objetivos preconcebidos, y de esta manera, transitar la vida poniendo el foco en aquello que realmente importa: el momento PRESENTE. Seguir una vía espiritual es vivir nuestro día a día sin un objetivo específico, es permitir que nuestros sentidos se abran a la experiencia directa del momento presente. Sólo este paso, sólo esta respiración.
En definitiva, este pequeño poema nos invita a observar la naturaleza, a reflexionar sobre el paso del tiempo y a abandonar la búsqueda de un destino predeterminado por nuestra mente racional. Al igual que el Zen, nos mueve a vivir con plena conciencia, a disfrutar del viaje sin preocuparnos por el destino final y a encontrar la iluminación en cada momento de la existencia.