HERVIR EL AGUA, BEBER EL MATCHA Y SEGUIR EL CAMINO
Continuamos en este mes de Enero de 2022 con un tercer verso Rikyū (1522-1591), seleccionado de la obra Los Cien Versos de Rikyū, un recurso creado para orientar a los practicantes del Chanoyu.*
Rikyū transformó el Chanoyu en la vía del Té, Chado (Cha: Té, dō: Vía). La dotó de una profundidad mayor y la nutrió de un aspecto cualitativamente más profundo que la convertía en una vía de desarrollo personal y de forma de vida. Rikyū imprimió un sello personal en cuanto a elementos clave de la ceremonia, utilizó habitaciones pequeñas, con un carácter eminentemente rústico, lo que se estableció como la estética wabi en el Chanoyu.
Si bien la Ceremonia japonesa del Té conlleva multitud de elementos y aspectos rituales en la forma en la que se prepara, en la manera de servirlo y de beberlo; en esencia se trata de compartir un espacio para disfrutar de un té. Originariamente en Japón y debido a la escasez de recursos, se decía que para disfrutar de un té lo esencialmente necesario era agua, un recipiente donde calentarla y el té verde en polvo (matcha). Todo lo demás son añadidos.
TEXTO MEDITATIVO
El zen se caracteriza por ser una vía espiritual que va directamente a la esencia, se libra de aderezos, artificios, está libre de ornamentaciones. Simplemente sentarse, Shikantaza. Sentarse, permanecer atento al fluir de la respiración. Nada que ganar, ningún sitio al que ir. Sólo sentarse.
Lo esencial es lo importante, en el zen: la postura corporal; en el té: hervir el agua. Beber el matcha y seguir el camino. Como nos recuerda Rikyū, en uno de los versos de su obra compilatoria, la ceremonia del té es algo simple:
“Sepa que el Chanoyu es simplemente
una cuestión de hervir agua, hacer el té y beberlo.”
COMENTARIO
El verso nos invita a reflexionar sobre poder discernir entre lo esencial y lo superfluo. De alguna forma a centrarnos en la substancia de las cosas, a seguir el camino de la esencialidad.
Tanto en el Zen como en el Chado, existen formas, maneras, pasos, elementos, posturas, movimientos; todos ellos definidos, establecidos. Sin embargo, por mucha sofisticación que haya en la práctica de ambas vías; el Zen y el Chado, en esencia, ambas comparten un substrato común. Elementos de esencialidad como la quietud y el movimiento en atención plena, los silencios, los sonidos que marcan transiciones.
Ambas prácticas comparten la vinculación de los que viven simultáneamente la experiencia que se da momento tras momento. En la sala del té, en el zendo, entre el invitado y el anfitrión; entre los miembros de la sangha que se sientan y respiran juntos.