20/05/22

MIENTRAS VEÍA EL CAMINO QUE ACASO IBA A SEPARARNOS PARA SIEMPRE, LLORÉ LÁGRIMAS DE ADIÓS

“Salimos el vieintisiete del tercer mes. El cielo del alba envuelto en vapores; la luna en menguante y ya sin brillo; se veía vagamente el Monte Fuji. La imagen de los ramos de los cerezos en flor de Ueno y Yanaka me entristeció y me pregunté si alguna vez volvería a verlos. Desde la noche anterior mis amigos se habían reunido en casa de Sampu, para acompañarme el corto trecho del viaje que haría por agua. Cuando desembarcamos en el lugar llamado Senju, pensé en los tres mil ri de viaje que me aguardaban y se me encogió el corazón. Mientras veía el camino que acaso iba a separarnos para siempre en esta existencia irreal, lloré lágrimas de adiós”.

Matsúo Basho, fragmento de Sendas de Oku. Editorial Atalanta

COMENTARIO:

Todo peregrinar, todo camino, está impulsado por el anhelo profundo de salir de sí e ir a otra tierra en la que otra vida puede ser posible. Ese anhelo impulsa la fuerza esencial que permite tomar la decisión: irse a lugares desconocidos, transitar otros paisajes. Esos momentos de inicio del camino no están exentos de lucha interior.

En el siguiente haiku, Bashõ condensa ese momento de inquietud que nos acompaña cuando nos ponemos en camino, una mezcla de nostalgia y de tristeza por lo que dejamos atrás y el temor de no poder regresar al lugar de donde venimos. Este fue su primer haiku durante el viaje:

Se va la primavera

quejas de pájaros, lágrimas

en los ojos de los peces

 

La obra de Bashõ “Oku -no-Hosomichi” admite como traducción de su título “Viaje al interior del Norte” o también “Estrecho sendero al interior”: esta traducción libre del título incide en la expresión “no”, que en japonés tiene el significado de “fondo”. No sabemos si el poeta quería referirse no solo al fondo, es decir, al interior del Norte de Japón hacia donde peregrinó (1.985 km a pie), sino también quería expresar, tal vez,  que ese fue un viaje “al fondo”, “al interior” de sí mismo.

Cae y cae el rocío

¿qué tal si yo lo usara

para limpiar el mundo?

 

Cuando se está en el camino, la observación de la naturaleza comienza a desplegar la lenta transformación íntima del alma, el sereno asombro conmovido, en este caso ante la alondra que canta sin estar posada, sin tener contacto con nada (una estampa que en poesía se suele asociar al alba del día):

En campo abierto,

sin tocar cosa alguna

canta la alondra

 

La melancolía de los caminos mudos y solos se ve reflejada en el siguiente haiku donde, después del momento de iluminación poética, se regresa al silencio del que partió el poema. El poeta no nos dice todo: nos ofrece algunos elementos para encender “la chispa”: una invitación a un viaje propio y personal:

Este camino,

nadie ya lo recorre,

salvo el crepúsculo

 

Matsúo Bashõ en su peregrinar se nos presenta como poeta caminante: viaja a lugares lejanos y desconcertantes, pasando por espacios desconocidos y seguramente peligrosos, para finalmente relatar a las personas ordinarias estos espacios descubiertos. El suyo es un relato que brota de mirar los lugares que recorre y al mismo tiempo mirar las profundidades de la existencia.