ZHUANG ZI/MAESTRO CHUANG TSÉ (IV)
“La gran sabiduría abarca, la pequeña distingue; las grandes palabras son brillantes, las pequeñas pura verborrea. Durante el sueño el espíritu del hombre está confuso; durante la vigilia, su cuerpo no está quieto; demasiado enmarañado es su trato con el mundo, que el día entero andan intrigando los unos contra los otros. Hablan para dar largas, o para engañar, o para ocultar sus intentos. El pequeño temor los deja abatidos; el grande, paralizados. Disputan con el “es-no es”, cual si saetas se lanzaran con ballesta; obstínanse en sus opiniones, cual juramentados que resisten y no cejan; debilítanse como el otoño-invierno, y día a día se van extinguiendo; húndense en la acción, y ya no es posible hacer que vuelvan; se contristan como si estuvieran amarrados, y cuanto más viejos, más incapaces de romper sus ligaduras; cerca su espíritu de la muerte, no hay modo de hacer que cobren su energía vital. Alegría y cólera, pesadumbre y contento, cuitas y lamentos, caprichos y temores, arrebatos y abandono, insolencia y afectación: todo esto surge cual música de instrumento hueco, como hongos de los terrestres vapores. Altérnanse día y noche ante nosotros, más nadie sabe de dónde brotan. ¡Basta, basta! ¡En cuanto nos percatemos de todo esto, su origen se nos hará patente!”
Zhuang Zi, Libro II. De la unidad de los seres. Editorial Kairós.
COMENTARIO
Dogen decía: “Cuando abandonamos nuestro propio cuerpo y conciencia personal, penetramos en la casa de Buda y esto sin utilizar nuestra propia voluntad, sin utilizar nuestra propia conciencia. En este instante, la vida y la muerte quedan abandonadas y realizamos el estado de Buda.”