Leyenda Judía
Cuando el Ba’al Shem tenía ante sí una tarea difícil, solía ir a cierto lugar del bosque, encendía un fuego, meditaba y recitaba la plegaria y lo que él había decidido hacer, se llevaba a buen fin. Cuando una generación más tarde, el gran Magguid de Meseritz se enfrentaba a la misma tarea, iba al mismo lugar del bosque y decía: “ya no podemos encender el fuego, pero aún podemos recitar las plegarias”, y aquello que quería se volvía realidad. Nuevamente una generación más tarde, rabí Moshé Leib de Sassov tuvo que realizar esa tarea. También fue al bosque y dijo: “ya no podemos encender el fuego, ni conocemos las meditaciones que corresponden a la plegaria, pero sí conocemos el lugar en el bosque donde todo esto tiene lugar, y ha de ser suficiente”, y fue suficiente. Pero pasada otra generación, cuando se pidió al rabí Israel de Rishin que realizara la tarea, se sentó y dijo: “No podemos encender el fuego, no podemos recitar las plegarias, no conocemos el lugar, pero podemos contar la historia acerca de cómo se hizo todo esto”. Y agregó el narrador – la historia que contó tuvo el mismo efecto que las acciones de los otros tres.
COMENTARIO
“… la historia de cada uno – que es historia por ser contada, que es el cuento en el que me cuento – comenzó con mis palabras, comenzó en mi contarme. Fui cuerpo antes de tener un cuerpo, antes de decir “yo”, yo ya estaba siendo, sin distinción ni separación, todo ser o toda nada o lo mismo: lo inefable. Mi ser y mi decirme nunca fueron de la mano.
Mi ser fue antes de serme, mi silencio antes de decirme, mi escuchar antes que hablar”.