08/09/21

Leyenda Judía

Cuando el Ba’al Shem tenía ante sí una tarea difícil, solía ir a cierto lugar del bosque, encendía un fuego, meditaba y recitaba la plegaria y lo que él había decidido hacer, se llevaba a buen fin. Cuando una generación más tarde, el gran Magguid de Meseritz se enfrentaba a la misma tarea, iba al mismo lugar del bosque y decía: “ya no podemos encender el fuego, pero aún podemos recitar las plegarias”, y aquello que quería se volvía realidad. Nuevamente una generación más tarde, rabí Moshé Leib de Sassov tuvo que realizar esa tarea. También fue al bosque y dijo: “ya no podemos encender el fuego, ni conocemos las meditaciones que corresponden a la plegaria, pero sí conocemos el lugar en el bosque donde todo esto tiene lugar, y ha de ser suficiente”, y fue suficiente. Pero pasada otra generación, cuando se pidió al rabí Israel de Rishin que realizara la tarea, se sentó y dijo: “No podemos encender el fuego, no  podemos recitar las plegarias, no conocemos el lugar, pero podemos contar la historia acerca de cómo se hizo todo esto”.  Y agregó el narrador – la historia que contó tuvo el mismo efecto que las acciones de los otros tres.

Mi ser fue antes de serme, mi silencio antes de decirme, mi escuchar antes que hablar

 

COMENTARIO 

“… la historia de cada uno – que es historia por ser contada, que es el cuento en el que me cuento – comenzó con mis palabras, comenzó en mi contarme. Fui cuerpo antes de tener un cuerpo, antes de decir “yo”, yo ya estaba siendo, sin distinción ni separación, todo ser o toda nada o  lo mismo: lo inefable. Mi ser y mi decirme  nunca fueron de la mano.

Mi ser fue antes de serme, mi silencio antes de decirme, mi escuchar antes que hablar”.

Hugo Mujica. Fragmento del libro “El saber del no saberse”, Editorial Trotta