¿Vivo o muerto?
“Un maestro fue con su discípulo a un funeral. El discípulo profundamente preocupado con el tema espiritual de la vida y de la muerte, dio unos golpecitos en el ataúd y gritó: “¿vivo o muerto?”. Él le estaba preguntando al maestro, que respondió: “No te lo diré, no te lo diré”. “¿Por qué no me lo dirá?”, preguntó el discípulo desesperado. “No te lo diré”, repitió el maestro. En el camino de vuelta a casa, con la pregunta no respondida de la vida y la muerte reverberando en su mente, el discípulo se agitaba cada vez más. Alterado hasta el punto de ponerse violento, se volvió al maestro y le dijo: “Si no me lo dice, lo estrangularé”. “Adelante estrangúlame”, -respondió el maestro. “No te lo diré”. El discípulo intentó estrangularlo y, como consecuencia de ello, lo echaron del monasterio. Años después, el maestro murió, y el discípulo volvió al monasterio, le contó la historia al nuevo maestro y terminó con la misma pregunta que antes: “¿Vivo o muerto?”. “No te lo diré”, le respondió el nuevo maestro, ante lo cual el discípulo se iluminó.
Otro discípulo zen le preguntó a su maestro: “¿Cómo puede ser que aquel que ha pasado por la gran muerte regrese a la vida?”. El maestro respondió: “No debe ir por la noche; debe llegar allí de día”.
Norman Fischer. Fragmento del libro “Navegar hacia el hogar”. Ediciones Obelisco
Para ser honestos, no lo sabemos. No sabemos qué es la vida, no sabemos qué es la muerte, no sabemos dónde empieza una y dónde acaba la otra, ¿cómo poder separarlas? Vida-muerte, el gran misterio. Cada pequeño instante de nuestra vida es, a la vez, una pequeña muerte. Cada pequeña muerte trae consigo el alumbramiento de una nueva vida. ¿Qué sucede en ese umbral, en ese filo delicado donde ni es de noche, ni es de día, donde ni hay vida, ni hay muerte, ni hay nada? Dicen que el maestro Bassui escribió a uno de sus discípulos que estaba a punto de morir: “La esencia de tu mente es innata, y por eso nunca morirá. No es una cosa material, las cuales son siempre perecederas. No es un vacío que es mera nada. No tiene forma ni color. No goza de placeres ni sufre penas. (…) ¿Cuál es la esencia de esta mente? Piensa solo en eso. No tendrás necesidad de más. Mata en ti todo deseo. Tu fin, que no tiene fin, es como un copo de nieve disolviéndose en el aire puro”.
¿Vivo o muerto? Tal vez podamos quedarnos con la pregunta, dejándola descansar en el no saber, ese que es más íntimo. Tal vez, así también, nuestra vida se vuelva más viva y nuestra muerte, si cabe… menos dolorosa.
“No puedes describirlo, no puedes imaginártelo.
No puedes admirarlo, no puedes percibirlo.
Es tu verdadero yo, no tiene ningún lugar donde ocultarse.
Cuando el mundo se destruya, él no se destruirá”.
Mumon