Quiero convertirme en Buda
“Baso estaba en zazen cuando su maestro, Seigen Nengaku, le preguntó:
-¿Qué es lo que haces?
-Hago zazen.
-¡Vaya idea! ¿Y por qué haces zazen?
-Quiero convertirme en buda.
El maestro cogió entonces una teja y empezó a pulirla.
-Maestro, ¿qué es lo que estás haciendo? -preguntó Baso, extrañado y sorprendido- ¿Por qué pules esa teja?
-Pretendo hacer de ella un espejo.
-Pero eso es imposible… ¡nunca lo conseguirás!
-¿Y tú crees que es posible convertirse en buda practicando zazen? -le respondió el maestro”.
Extraído del libro: “Cincuenta cuentos zen”. Presentación de Agustín López Tobajas. Editorial Olañeta
COMENTARIO:
Practicar zazen para convertirse en un buda, o para despertar, o para calmarse, o para superar una adversidad, o para ser mejor persona, más comprensiva, más compasiva… es como pulir una teja para convertirla en un espejo. ¿Para qué sirve zazen, pues? Me parece ahora escuchar el eco de la voz de nuestro maestro Celso, con ese deje de socarronería canariona respondiendo: “¡pa ná!”. Ya lo decía también el maestro Kodo Sawaki: “zazen no sirve para nada”. No creo que con esto nos estén diciendo que, puesto que no sirve para nada, mejor no hacer zazen y emplear mejor nuestro tiempo. Más bien todo lo contrario. Zazen es la postura misma que encarna el despertar, el regreso a nuestro ser original, un ser naturalmente perfecto y completo y al que no falta nada. ¿Cómo se puede “lograr” lo que ya es, lo que ya somos? Zazen no es un medio, un vehículo para ir de A a B, del estado ordinario al estado iluminado, o de la turbación a la serenidad. Zazen es permanecer presente, estar sentado, sin más añadido. En eso consiste nuestra práctica: shikantaza, tan solo sentarse. Practicamos sin expectativa, sin propósito, sin objetivo, sin buscar recompensa alguna por nuestra práctica. ¿Acaso el sol espera que lo elogiemos por el calor que desprende o el pájaro por su canto? No hay teja que pulir, ni esfuerzo que realizar. Por ello es una práctica muy simple y profunda, pero no fácil. A poco que nos descuidemos, nuestros zafutones se llenarán de tejas y nuestro zazen consistirá en estar la mayor parte del tiempo, puliendo, puliendo, puliendo… Tal vez, por eso, esta historia nos puede servir de recuerdo en esos momentos: ¡Alto!, ¡deja de pulir la teja!, ¡suéltala!, ¡regresa a zazen!
“Tenemos que entregar el cuerpo y el espíritu para aquello que no sirve para nada.
No hay nada superior a aquello que no sirve para nada.
Sólo lo que no sirve para nada es absoluto.
Pero si tratas de sacar algo de ello, no obtendrás nada”.
Kodo Sawaki