23/04/22

CADA UNO DE NOSOTROS, SEA QUE BUSQUE CONOCER O NO, VIVE LA VIDA DEL SÍ MISMO QUE ES TODO

Cada uno de nosotros, sin ninguna excepción, sea que busque conocer o no, sea que busque vivir en consecuencia o no, vive la vida del sí mismo que es todo. Lo repito porque es algo de la mayor importancia. De hecho, generalmente nosotros, unidos como estamos a la forma de pensar de nuestro pequeño yo individual, nos fijamos en la idea de que este pequeño individuo sería yo pero no es este el verdadero sí mismo.  (…)

         Si hablamos de la vida como esta es en realidad, más allá del pensamiento del pequeño y limitado individuo, el sí mismo es no-dos con todo aquello que está animado y con todo aquello que existe, y vive toda la vida hasta el fondo, la vida que es toda una con todo.

         En cambio nosotros, perdiendo habitualmente de vista la vida real del sí mismo que es todo, dependiendo de la manera de pensar de este limitado pequeño yo, nos perdemos en la niebla.

         Precisamente en este punto, con el simple abrir las manos de nuestro pensamiento, somos purificados y esclarecidos en la verdadera vida, vivimos la realidad misma de la vida tal como es (estamos despiertos y presentes, estamos más allá del pensamiento). Eso es zazen. Aquí por primera vez ponemos en práctica zazen y esta actitud fundamental se convierte en determinante. El modo de hacer zazen del budismo Mahāyāna no consiste de ninguna manera en construir de forma deliberada un yo renovado de alguna manera por medio de la práctica de zazen, ni tiene el objetivo de reducir nuestras pasiones hasta anularlas del todo, y ni siquiera se aspira a una experiencia mística especial o a ampliar poco a poco nuestro nivel de comprensión. El zazen del verdadero budismo Mahāyāna es, desde el comienzo hasta el final, nada más que el sí mismo que verdaderamente hace tan solo sí mismo. Nada más que la vida que de verdad vive simplemente la vida.

         Nosotros estamos dotados de la capacidad de ver, pero si tras haber cerrado los ojos exclamamos: “¡Qué oscuro está este mundo!”, no se puede decir que ciertamente estemos viviendo la realidad de la vida tal como es. Pero si abrimos los ojos, el sol brilla radiante. De igual modo, en el momento en el que vivimos con los ojos bien abiertos respecto a la vida, descubrimos estar viviendo en el fulgor de la vívida vida. Nosotros vemos siempre la vida de nuestro sí mismo que es todo con las nubes del pensamiento de nuestro pequeño yo, hasta el punto que terminamos por estar idiotizados.

 

Kōshō Uchiyama, fragmento de “La Realidad de la Vida”. Pdf

Comentario

         Dice el Maestro Uchiyama en este fragmento que, “Si hablamos de la vida como esta es en realidad, más allá del pensamiento del pequeño y limitado individuo, el sí mismo es no-dos con todo aquello que está animado y con todo aquello que existe”.

         Repetimos las palabras del Maestro: si hablamos de la vida como esta es en realidad, el sí mismo es no-dos con todo aquello que existe.

         La vida es una unidad de todo lo existente y de la que el ser humano no escapa. Como hemos visto en textos anteriores, el transcurrir de la vida conlleva, para cada persona, experiencias que modelan el modo de ver y experimentar la vida, dando lugar a una mirada egoica que en cierto modo filtra la experiencia directa de la realidad, elaborándose un parloteo mental que juzga al presente, susurrándonos sobre el pasado y el futuro.

         Silenciar el juicio, y permanecer receptivos al momento presente en nuestra práctica de zazen, supone la experiencia inefable a la que el Maestro Uchiyama se refiere, con las inevitables e importantes dificultades de traducción al castellano, como el sí mismo.

Pero ¿Qué importancia tiene el nombre?

         La desaparición de la mirada egoica de nuestro zazen, es la experiencia inefable en la que el sujeto egoico que se sienta a contemplar la vida, es el que desaparece en su sentarse, y sólo queda el no dos, el suceder de la vida en sí.

         Sin embargo, en nuestra cotidianidad, la mirada al mundo y su acontecer, es la mirada dual de nuestro ego y, como se señala en el texto, “perdiendo habitualmente de vista la vida real del sí mismo que es todo, dependiendo de la manera de pensar de este limitado pequeño yo, nos perdemos en la niebla”.

         Pero la existencia del sí mismo, del reino de los cielos, de la budeidad o como se quiera llamar a la realidad innombrable, no depende de nuestras creencias ni acciones, del mismo modo que la existencia del paisaje no depende de la niebla que forma parte de él.

         Bastará la permanencia de la luz del sol para que la niebla se disipe, y se contemple el paisaje existente, del mismo modo que bastará la permanencia del silenciamiento de nuestro ego para que el sujeto que contemplaba se disipe en la vida en sí.