05/05/22

EN CUALQUIER SITUACIÓN Y CIRCUNSTANCIA, VIVO LA VIDA DEL SÍ MISMO QUE ES SOLO SÍ MISMO

Ruego y espero que llegue el día en el que las personas que viven en la sociedad comprendan y, por tanto, practiquen zazen en profundidad, no solo como una forma de meditación o de clara visión, sino como práctica de vida cotidiana, de forma que actúe como comportamiento de vida real. Una persona de zazen, además de hacer zazen, debe al mismo tiempo definir completamente en virtud de este la actitud con la cual vivir la propia existencia en su integridad, y por tanto ha de comprometerse y esforzarse en las actividades concretas de la vida de cada día. (…)

         Gracias a abrir las manos de nuestro pensamiento, zazen nos hace hacer la experiencia de la realidad misma de la vida, y la realidad de la vida es el sí mismo que es uno con todo (el sí mismo que impregna todo en todo).

         El sí mismo que es uno con todo, al que nos despierta zazen, debe manifestarse como el comportamiento, como la actitud vital misma que se puede describir así: yo vivo la vida del sí mismo que se extiende hasta donde es posible alcanzar a ver, y ahí no existe nada que sea distinto de sí mismo, pero al mismo tiempo, en cualquier situación y circunstancia, vivo la vida del sí mismo que es solo sí mismo. (…)

Kōshō Uchiyama, fragmento de “La Realidad de la Vida”. Pdf. 

 

Comentario

         En este fragmento abordamos, con palabras de Uchiyama, la implicación del zen en la vida cotidiana del practicante. La práctica debe ir más allá de la que formalmente realizamos en el zendo. Practicar no solo es mantener nuestra espalda recta, mientras permanecemos receptivos al presente, con nuestras rodillas pegadas al suelo del zendo. En nuestro zazen, las preferencias y los rechazos sobre lo que sucede quedan silenciados, manteniéndonos abiertos ante la realidad, hasta ser la realidad misma que acontece. Con nuestra espalda recta, la lengua en el paladar y las rodillas sobre el suelo del zendo, experimentamos lo innombrable, que Uchiyama llama el sí mismo que es uno con todo.

         Pero una vez que, con el sonido del gong, se ha señalado la finalización del zazen, hemos de levantarnos, calzarnos, abandonar el zendo y continuar nuestra práctica fuera de él.

         Allí, donde quiera que nos encontremos, el sí mismo seguirá manifestándose, en todo lugar y en todo momento, y todo momento y todo lugar será una oportunidad para mantener la disposición de nuestra práctica, y al igual que en zazen, permanecer atentos y receptivos ante lo que acontece, manteniéndonos sin la mirada que todo lo enjuicia para atraparlo o rechazarlo; teniendo de este modo una experiencia directa de la realidad y constatando, en cualquier situación y circunstancia, la manifestación del sí mismo. Porque el sí mismo es la vida de este momento, la situación y la circunstancia de este preciso instante.