LOS MESES Y LOS DÍAS SON VIAJEROS DE LA ETERNIDAD
“Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje. Entre los antiguos, muchos murieron en plena ruta. A mí mismo, desde hace mucho, como jirón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de peregrinaje. Después de haber recorrido la costa durante el otoño pasado, volvía a mi choza a orillas del río y barrí sus telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me surgieron los deseos de cruzar el paso Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero de paja y unté moka quemada en mis piernas para fortalecerlas. La idea de la luna en la isla de Matsushima llenaba todas mis horas. Cedí mi cabaña y me fui a la casa de Sampu, para esperar allí el día de la salida”.
Matsúo Basho, fragmento de Sendas de Oku. Editorial Atalanta
COMENTARIO:
Este es el comienzo de una de las obras cumbre de la literatura japonesa: “Oku-no-Hosomichi”, un cuaderno de viajes escrito por Matsúo Bashõ, traducido al español como “Sendas de Oku” en una primorosa edición realizada por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, cuyos textos nos harán compañía.
El cuaderno rezuma la experiencia sensorial y mística de una peregrinación que, desde Edo (hoy, Tokio) hasta Oku (hacia el Norte de Japón), realizó en 1689 este maestro del haiku a la edad de 45 años. El viaje duró dos años y medio y le acompañó su amigo Sora. El cuaderno refleja cinco meses del peregrinaje y está escrito en haiku y en haibun (poesía y prosa).
La poesía se había convertido por aquel entonces en una práctica esencial del budismo zen. En ocasiones, cuando el monje había alcanzado la iluminación mostraba en sus versos “un instante de contemplación”. En estos poemas se presenta un mundo que aparece y, en un instante, ya no está, desapareciendo en el vacío esencial de todo lo que es.
Oku-no-Hosomichi se inicia con ese anhelo que precede siempre a toda peregrinación: “todo lo que veía me invitaba al viaje”; “los espíritus del camino me hacían señas”.
En este cuaderno de Bashõ no pasa nada, nada acontece, salvo el sol, la lluvia, las nubes, unas cortesanas, una niña, otros peregrinos. No pasa nada, excepto la vida y la muerte.
Es primavera:
la colina sin nombre
entre la niebla
Su poesía es una invitación a perdernos en lo cotidiano, una sugerencia a hacer un viaje inmóvil en el cual nos encontraremos a nosotros mismos.
Cerezo en flor
ojalá no te toquen
dedos del viento
El de Bashõ es un peregrinaje físico al Norte del país que, al mismo tiempo, es recogimiento interior: contemplar la belleza de la naturaleza y experimentar la iluminación de la transitoriedad de esta vida de ilusión.