21/10/22

LA MELODÍA MÁS DULCE

 

Relato sufí

El shah Abbas de Persia era un hombre inteligente al que le gustaba hablar en parábolas. Entre sus ministros se encontraba Merza Zaki, quien comprendía muy bien al shah.

Un día el shah recibió en la corte a sus ministros, para discutir las costumbres de este mundo. Así pues preguntó a sus ministros:

-¿Cuál es la melodía más dulce? Uno contestó:

–  La melodía de la flauta.
– No – respondió otro ministro-. La melodía del arpa es más agradable al oído.
 

Un tercero observó:
– Ni una ni otra. El violín tiene el tono más delicado. Así empezó una acalorada discusión.

 

Merza Zaki estaba callado y no decía nada. Pasaron los días. Entonces Merza Zaki invitó al shah y a los gobernantes del estado a un banquete celebrado en su honor. Los músicos amenizaban a los invitados con toda clase de instrumentos. Pero cosa muy extraña, en la mesa no había ningún refrigerio. Los invitados no tenían nada para comer ni beber. (Has de saber que en Oriente, en los banquetes las mesas siempre están llenas de exquisiteces, y cuando los huéspedes han comido y bebido a rebosar, todavía se sirve más comida, siguen llegando recipientes de cobre llenos de carne y arroz a las mesas repletas). ¿Dónde está la comida? Era embarazoso preguntarlo, por eso los invitados se quedaron sentados hasta la medianoche. Entonces Merza Zaki hizo señas al jefe de los sirvientes, que llevó a la sala un recipiente de comida y golpeó la tapa de la cazuela con una cuchara grande. ¡Clink, clink!

Todos los invitados respiraron aliviados. En realidad, ya era hora. Entonces el Shah Abbas dijo:

– El clink de la cazuela en los oídos de una persona hambrienta es la melodía más dulce.

Comentario:

En un mundo en el que reinan las opiniones y los juicios se generan cada vez más espacios para entretener al ego. Este no se satisface con nada y busca, entre muchos otros objetivos, tener razón en todo lo que se debate. Poco o nada entiende el cuerpo de esto, con su corazón, órganos y sistemas que para funcionar necesitan de lo más elemental, lo más básico. Al sentirse vacío descubre la abundancia que se esconde detrás de la respiración, del latir del corazón, del sabor del vino o del olor de la lavanda. Al estar atentos (vacíos de ideas preconcebidas) el sonido más leve se convierte en la mejor melodía.

¿Será cierto que para poder llenar previamente habrá que vaciar?