LA AMISTAD ESPIRITUAL ¿QUÉ ES?
“En su ensayo sobre la amistad, Emerson escribe: “Las leyes de la amistad son grandes, austeras y eternas, de una red con las leyes de la naturaleza y de la moral… pero buscamos a nuestros amigos no sagradamente sino con una pasión adulterada”.
En otras palabras, la mayor parte de la amistad no llega a la amistad espiritual a la que se refiere el Buda en el Meghiya Sutta y que Emerson considera su ideal. Buscamos algo de la otra persona: entretenimiento, simpatía, algún tipo de apoyo. Incapaces de soportar la plenitud del otro, no queremos descubrir y ofrecer la nuestra.
«Casi toda la gente desciende para encontrarse», dice Emerson. «¡Qué decepción es la sociedad actual!» La verdadera amistad, dice, incluye la profundidad de la soledad de cada uno de nosotros. La verdadera amistad es profunda. La verdadera amistad es siempre espiritual.
Quizás Emerson sea demasiado idealista. Siento que la amistad ordinaria es buena, en la medida de lo posible. Nos unimos por interés, atracción o necesidad social mutua. Necesitamos gente con quien hablar y jugar. Esto es normal y saludable. Hay alegría en ello. Y nos cuidamos los unos de los otros.
Sin embargo, la amistad espiritual (la amistad que Buda llamó la Vida Santa entera y que Emerson consideró verdadera amistad) es diferente.
En el camino budista, la amistad espiritual tiene lugar en el contexto de la comunidad. La vida en una sangha se basa en la enseñanza, la práctica dedicada de la meditación y un compromiso compartido para ir más allá del interés propio y las necesidades personales.
La amistad espiritual se trata menos de una conexión personal que de ayudarse unos a otros a crecer en la fe y la bondad, para realizar, como decimos en el Zen, nuestra verdadera naturaleza. Las amistades de la Sangha se forjan y fundamentan en el silencio (Zazen, Sesshin, …).”
(Norman Fischer)
COMENTARIO:
Con mucha frecuencia tenemos una tendencia a idealizar nuestras relaciones, a crear una imagen distorsionada de las personas que tratamos. En la medida que buscamos en los otros satisfacer nuestras propias necesidades, les atribuimos una bondad o una falta de bondad del todo subjetiva. Del todo injusta y que no se corresponde con la realidad. En la amistad espiritual puede ser fácil crear “ángeles” en nuestra mente cuando todos, sin excepción, somos personas de carne y huesos, arropados en nuestras virtudes y nuestros defectos. En el budismo decimos que incluso el mismo Buddha Sakyamuni era 80% buddha, es decir, que era una persona real, no un ser abstracto inmune a la condición natural de la humanidad. ¿Recordáis al mismo Jesús llorando desconsoladamente al saber que su querido amigo Lázaro había fallecido? Lloró, y lloró intensamente.
La amistad espiritual es menos un sentimiento romántico que una relación fraternal de matiz “profesional”. ¿Y cuál es nuestro oficio? Dogen, una vez más, lo definió muy bien: dedicarnos con determinación al “asunto fundamental”. Nos va la vida en ello.
Finalmente, respetar y proteger el silencio y la soledad del otro es una forma sublime de amistad, de generosidad y de verdadero afecto, que en la práctica de Zen es indispensable.
«Estar en armonía con la totalidad de las cosas es no tener ansiedad por las imperfecciones.»
(Eihei Dogen)