11/06/21

Mira a tu alrededor: todo deriva de la naturaleza

Planeta Tierra

No es que estemos en la naturaleza… somos naturaleza

 

Dedicamos este mes al tema de La Naturaleza y el Ecodharma, a través de la mirada del maestro David Loy; una figura revolucionaria dentro del zen, acorde con las actuales demandas sociales del siglo XXI. Está considerado como uno de los máximos representantes de un zen que combina la meditación y el activismo social, permitiendo un compromiso profundo, sin llegar al agotamiento de poder sufrir ira o frustración, por las luchas ecológicas o sociales.

En respuesta a la constante devastación de la Tierra, D. Loy nos insta a hacer lo mejor que podamos, sin saber cuáles serán las consecuencias; ni si nuestros esfuerzos marcarán alguna diferencia, invitándonos a actuar sin apego a los resultados de la acción. Es para nuestra Línea Zen Nube Vacía, un faro que ilumina nuevas vías donde transitar como sanghas, desde una acción compasiva y defensiva hacia la Naturaleza. Una Naturaleza, de la que todos los patriarcas y maestros zen han bebido de su fuente, para “tal como es”, crear los más bellos koans, haikus y enseñanzas que perduran en el tiempo.

 

TEXTO MEDITATIVO

“Mira a tu alrededor. Aunque estés dentro de una habitación sin ventanas, todo lo que ves sea fabricado por el hombre o no, deriva de la naturaleza: la madera de los árboles; el plástico del petróleo; el metal de los minerales; el hormigón de cemento, la arena y la gravilla…y no olvidemos incluir nuestros propios cuerpos y nuestros vestidos.

El medio ambiente no es solo un entorno; es decir, no es solo el lugar en el que resulta que estamos situados. Más bien, la biosfera es el fundamento del cual y en el cual surgimos… Nuestros cuerpos no terminan en las puntas de los dedos ni en las uñas de los pies. El aire de tus pulmones, como el agua y la comida que entra por tu boca, es parte de un sistema holístico más grande que circula a través de cada uno. Los humanos están hechos de los mismos elementos que los océanos, los ríos, las montañas y los árboles. Nuestra sangre es salada porque reproduce lo que sucede en nuestro hogar oceánico original.”

“No es que estemos en la Naturaleza, es que somos Naturaleza. La Tierra no es solo nuestro hogar, sino que también es nuestra madre. Antes de que la convirtamos en un recurso, es la FUENTE (…) Tenemos que despertar y darnos cuenta de que la Tierra es tanto nuestra madre como nuestro hogar; de hecho, nuestra relación con la Madre Tierra es más íntima incluso, ya que nunca podremos cortar el cordón umbilical (…)

(…) Cuando la Tierra enferma, nosotros enfermamos, porque somos parte de ella”

                                                                                          David Loy

Fragmento del libro “Ecodharma. Enseñanzas budistas para la crisis ecológica”. Ediciones La Llave

Nuestros dedos

Nuestros cuerpos no terminan en la punta de los dedos…

 

COMENTARIO

Las enseñanzas del zen y su metodología en la trasmisión nos han sido legadas bajo el tamiz didáctico de la Naturaleza. Gran parte de los patriarcas, maestros y maestras, han experimentado y trasmitido el Dharma desde sus propias vivencias de iluminación en sus íntimos despertares, contemplando en apertura a la Naturaleza que nos rodea. Ha sido y es como una madre que alimenta, inspira, custodia y cuida a los distintos linajes del zen. De este modo, rememoramos pinceladas de importantes textos de la tradición con simplemente evocar escenarios naturales como:

“una ola que se mueve en el mar”

“un árbol que bajo sus ramas cobija a un meditador iluminado”

“una simple yerba seca de otoño que cae en el camino”

“una lluvia de primavera”

“un hermoso loto que abre sus pétalos al sol”

“un buey desbocado al que seguir en su camino”

“una montaña y un río que dejan de ser montaña y río, para volverlo a ser” …

D. Loy nos invita a experimentar a la Madre Naturaleza de forma holística, derribando nuestros falsos límites corpóreos. Fuego, Tierra, Agua, Aire y Madera se funden para darnos la posibilidad de experimentar nuestra propia naturaleza, y resentir esos elementos en los propios ladrillos de los que estamos fabricados. Esos cinco elementos presentes en las salas de zendo o en nuestros íntimos espacios de meditación, forman parte de nosotros mismos sin dualidad ni estado de separación.

La Naturaleza nos envuelve con su especial abrazo para dejarnos sentir en intima unión con el Todo y permitirnos que Ello suceda en nuestra naturaleza esencial. Requiere de nosotros entregarnos a la contemplación, con ese soltar y dejar caer que nos caracteriza a los practicantes transitantes de la Vía.

 

“Cuando nos permitimos ver a través de la transparencia de nuestro yo condicionado,

aquello que no parece ser una parte nuestra, como el cielo, la flor, el árbol y las hojas pueden convertirse en nosotros. Y experimentarlo es uno de los mejores regalos de intimidad que la vida nos ofrece.”   

                                                                      

(Jakusho Kwonhg)