06/04/24

EL VERDADERO SENTIDO DE LA VIDA ES INMENSIDAD

“Día tras día debemos tomar cuidado de nuestras vidas. Es más, si queréis saber quiénes sois en realidad, debéis tomar cuidado de vuestra vida cotidiana. Tomar cuidado de las acciones humanas que aparecen y desaparecen en el mundo de la impermanencia. No se trata de una visión pesimista, ya que tomar cuidado de sí mismo en cada momento es la verdadera actividad humana. El verdadero sentido de la vida es inmensidad. Vuestra existencia no se reduce a la pequeña escala del mundo, es inmensa. Pero si veis “el momento” solo desde vuestro punto de vista individual, se convierte en algo limitado. El verdadero significado del momento es inmenso. De inmediato, vuestra existencia individual se extiende a todos los seres sensibles. Se trata de una manifestación total. No es solamente un aspecto de la vida humana, es el fiel retrato de la misma existencia. Todos los seres sensibles existen de esta manera, no solo los seres humanos. Tomar cuidado de vosotros, no es solo tomar cuidado de vosotros mismos, ignorando a los demás. Debéis tomar cuidado de vosotros a la vez que de los demás seres sensibles. En ese momento, es cuando podéis conocer el verdadero sabor de la impermanencia. Es la mejor manera de saber quiénes sois: es la compasión de Buda. Podéis degustar el sabor profundo de la existencia que llamamos naturaleza de Buda. Entonces, ¡vuestra vida será sublime, elevada!”.

Dainin Katagiri. “La vuelta al silencio. La práctica zen en la vida cotidiana”. Traducido por: Pedro Sansei Díaz Tejeiro. Tomado de dojozendebilbao.blogspot.com

COMENTARIO:

Zen es la vida de cada día: Cortar leña, acarrear agua. Nada extraordinario, nada especial. Estar presente y cuidar cada aspecto de la existencia. De alguna manera es permanecer despierto en la continua repetición siempre novedosa de nuestras rutinas cotidianas. Abrirse a la inmensidad de cada momento, más allá de nuestras particulares opiniones y puntos de vista. Ser uno con la totalidad del instante presente. De esta experiencia brota naturalmente la lucidez cordial, la serena claridad que nos despierta al hecho de que no somos seres permanentes, fijos, separados del resto del acontecer de cada circunstancia. Somos proceso, somos interacción. Somos impermanencia. En nuestra tradición hay un voto central que nos conduce a aspirar a la liberación de todos los seres. Cuidar de uno mismo, de la propia vida, es inseparable de cuidar de los demás, de cuidar de la vida. Es la compasión del despierto. La vida de la sangha es una buena expresión de este modo de vivir. Cada vez que preparamos la sala, limpiamos el lugar, hacemos sonar las campanas, preparamos el café, enviamos un whatsaap recordando nuestros encuentros, cortamos unas flores para el altar o encendemos el incienso… Degustamos el sabor profundo de la participación en la existencia compartida. Y lo mismo en nuestro compromiso cotidiano con los entornos en los que se desenvuelven nuestras vidas, en lo pequeño y doméstico y, también, en lo social, lo estructural y lo político.

“(…) al igual que una madre a riesgo de su propia vida vigila y protege a su único hijo,

así con una mente sin límites hemos de querer a toda cosa viviente”.

Metta sutta