18/03/23

EL TRANCE DEL PEQUEÑO YO

“Nacemos con un hermoso espíritu abierto, pleno de inocencia y de resistencia. Pero traemos todas estas cosas buenas a un mundo difícil. Imagínate que desde el momento de nacer empezamos a desarrollar un traje espacial que nos ha de ayudar a navegar por ese entorno nuevo y extraño. Este traje espacial servirá para protegernos de la violencia y de la codicia, y para que nos merezcamos recibir la nutrición y los cuidados de los que nos tienen a su cargo y que están limitados, en mayor o menor medida, por sus propios egocentrismos e inseguridades. Cuando no se cubren nuestras necesidades, nuestro traje espacial produce las mejores estrategias activas y defensivas que puede. Entre estas se cuentan las tensiones del cuerpo y emociones tales como la ira, la ansiedad y la vergüenza; actividades mentales tales como la crítica, las obsesiones y las fantasías; y toda una variedad de tácticas de conducta destinadas a perseguir lo que nos falta, sea lo que sea: seguridad, alimentos, sexo, amor.

Nuestro traje espacial es fundamental para nuestra supervivencia, y algunas de sus estrategias sí que nos ayudan a convertirnos en personas productivas, estables y responsables. No obstante, este mismo traje espacial que nos protege también puede impedir que nos movamos por nuestras vidas con espontaneidad, alegría y libertad. Es entonces cuando nuestro traje espacial se convierte en nuestra cárcel. Nuestro sentido de quiénes somos queda definido por los “actos” del traje espacial, por sus puntos fuertes y sus puntos flacos. Nos identificamos con nuestra habilidad para resolver problemas o para comunicarnos; nos identificamos con nuestras críticas y obsesiones; nos identificamos con nuestra ansiedad y con nuestra ira. ¡Y cuando digo “nos identificamos”, quiero decir que nos creemos que somos el traje espacial! Nos parece que somos, verdaderamente, ese yo que posee la ansiedad y la ira; que somos ese yo que critica; que somos ese yo al que admiran los demás; que somos ese yo que es especial, o que es imperfecto y está solo.

Cuando nos fusionamos con el traje espacial, empezamos a vivir lo que yo llamo “un trance”, y nuestro sentido que quiénes somos se contrae radicalmente. Nos hemos olvidado de quién es el que está mirando por el visor del traje espacial; nos hemos olvidado de nuestro corazón y de nuestra consciencia, tan vastos. Nos hemos olvidado de la presencia misteriosa que está siempre aquí, detrás de cualquier emoción, pensamiento o acción pasajeros”.

Tara Brach, “Refugio verdadero”. Gaia ediciones

COMENTARIO:

Me resulta sugerente la imagen del traje espacial como metáfora de lo que solemos denominar comúnmente como el ego. Por una parte, es algo natural. Nos ayuda a navegar por la vida, a desarrollar recursos y estrategias para satisfacer nuestras necesidades vitales. Pero por otro lado, puede llegar a convertirse en nuestra propia cárcel, puede llegar a desconectarnos de quienes somos y a sentirnos aislados y separados de la totalidad. Esto ocurre, nos dice Tara en la metáfora, cuando nos identificamos con el traje espacial y olvidamos quién está mirando a través de él. En esto consiste el trance del yo pequeño.

Si miras bien ahora mismo, dime: ¿Cómo describirías tu traje espacial?; ¿quién o qué lo habita?

 

“Todo vino del ser

quedó atrapado en el ser, y olvidó, 

embriagado, el camino de vuelta”

Rumi