27/01/24

“¿CUÁL ES LA PUERTA POR LA QUE LOS BUDAS VIENEN AL MUNDO?”

Yoshihime era monja en Tokeiji e hija de un general. Era muy fuerte y su apodo era «Niña Diablo». Quería reunirse con el maestro en el monasterio de Engakuji, pero el monje guardián le cerró el paso gritando: “¿Cuál es la puerta por la que los budas vienen al mundo?”
Yoshihime agarró su cabeza y la metió entre sus piernas, diciendo: «¡Mira, mira!» El monje dijo: “En el medio hay una fragancia de viento y rocío”.

Yoshihime dijo: “¡Este monje! No es apto para guardar la puerta; debería estar cuidando el jardín”.

El portero entró corriendo al templo e informó de esto al asistente del maestro, quien dijo: “Déjame probarla”.
Entonces el asistente fue a la puerta y volvió a preguntarle: “¿Cuál es la puerta por la que los budas vienen al mundo?”
Yoshihime le agarró la cabeza y la sostuvo entre sus piernas diciendo: «¡Mira, mira!» El asistente dijo: «Los budas de los tres mundos vienen, dando a luz».
Yoshihime dijo: “Este monje tiene el ojo; vio las ochenta y cuatro mil puertas abiertas de par en par”.

Este caso clásico pregunta sobre la puerta por la que los budas vienen al mundo. Inmediatamente las mujeres comprendemos la respuesta más obvia: a través del cuello uterino y la vagina. No sólo los budas sino todos los seres entran al mundo a través de las vaginas de sus madres. Sólo el monje más obtuso no pensaría en esto. En lugar de ocultar o ignorar su identidad de género, Yoshihime hace alarde de ella presionando la cabeza del portero entre sus piernas, poniéndolo completamente nervioso. Esta es la mejor respuesta debido a los prejuicios dominantes sobre las cualidades impuras y repulsivas de la vagina de las mujeres. ¡La chica diablo supo cómo lidiar con el portero misógino!

(Judith Simmer-Brown, en La Lámpara Oculta. Historias de veinticinco siglos de mujeres despiertas)

COMENTARIO

Yoshihime fue una monja japonesa del siglo XIV. Vivió en una sociedad profundamente patriarcal en la que no es de extrañar que el monje que estaba encargado de la puerta de acceso al lugar donde residía el maestro, atrapado en los prejuicios y la misoginia propios del sesgo de género sociocultural de esa sociedad, se sintiese obligado a probar la percepción del Dharma para permitirle la entrada. Yoshihime lejos de acobardarse o sentirse intimidada respondió con fuerza y directamente. Desgraciadamente estos sesgos y prejuicios continúan siendo actuales, y no solamente en sociedades a las que podríamos considerar atrasadas, sino también en el auto proclamado primer mundo. En muchos aspectos las mujeres son ciudadanas de segunda categoría: en el aspecto salarial y laboral, en los lugares de poder, en los hogares, en el deporte, en su corporización y sexualización en los medios y la publicidad, etc… Incluso la medicina y las farmacéuticas basan sus investigaciones y tratamientos en el funcionamiento del cuerpo del varón, provocando que la eficacia sea menor en la fisiología femenina. Poco a poco se van corrigiendo algunas cosas, pero para que este avance no se detenga es preciso la toma de conciencia y la lucha ininterrumpida de todos nosotros para una sociedad más justa e igualitaria.

La práctica de la meditación silenciosa se puede definir -entre otros aspectos- como un proceso de deconstrucción de las capas del ego. Y no tan solo de nuestro ego individual sino también de nuestro ego social. Debe permitirnos observar con transparencia los engaños y prejuicios que configuran nuestro “yo” personal y sociocultural.
Por otro lado, es conveniente tener presente que la pregunta del monje (“¿cual es la puerta por la que los budas vienen al mundo?”) tiene también una dimensión relativa a nuestra experiencia de realización del Dharma, es decir “¿cómo llegan los seres al despertar?”. Por supuesto también a través de nuestras madres en primera instancia, y no solamente porque nos dieron a luz, sino porqué desde el primer momento nos cuidaron y educaron, e hicieron de cada uno de nosotros una “persona”. Simone de Beauvoir en su famoso libro “El segundo sexo” dijo que “no se nace mujer, se llega a serlo.” En esa labor inacabable de formación, otros muchos (nuestro padre, hermanos, amigos, vecinos, maestros, la Sangha…) contribuyen a llevarnos, paso a paso, hasta el umbral de “la puerta sin puerta” (Mumon Ekai), antesala del despertar.

En esta larga cadena de generosidad y gratitud que nos constituye como seres sociales, pronunciamos nuestros votos del Boddhisattva. Esa es la particularidad del Gran Vehículo (Mahayana), la conciencia de que todas estamos interconectadas y que el despertar, cada despertar, es el de todas.