10/02/24

“NADA EN ESTE MUNDO ME ASUSTA”

Un día, cuando el Maestro Zhaozhou Congshen estaba fuera del monasterio, vio a una anciana cavando un campo. Él le preguntó: «¿Qué harías si de repente te encontraras con un tigre feroz?» Ella respondió: “Nada en este mundo me asusta” y volvió a trabajar.

Zhaozhou rugió como un tigre. Ella le devolvió el rugido. Zhaozhou dijo: «Todavía queda esto».

Este es otro de esos encuentros memorables en los que una anciana desafía a uno de los más grandes maestros Chan de la dinastía Tang. El suyo es un intercambio vibrante y dinámico que va más allá del “zen de labios y boca”, o palabras y frases. La verdad se revela en otra situación más de la vida cotidiana.

(Chi Kwang, en La Lámpara Oculta. Historias de veinticinco siglos de mujeres despiertas)

COMENTARIO

Zhaozhou fue un célebre maestro Chan (Zen) nacido el año 778 d.c. en la China, famoso por sus paradojas y koans.

Una vez más estas mujeres ancianas nos iluminan con su pragmática sabiduría alejada de elucubraciones filosóficas e intelectuales, y nos regalan sus respuestas vivas, rebosantes de energía. Son maestras de la Vida misma. Y el zen es precisamente eso, VIDA.

¡Mira cómo maneja sus herramientas! ¿Escuchas su tap-tap-tap golpeando el fértil suelo?
Las condiciones de vida de los pobres granjeros en la antigüedad eran durísimas. Momento a momento su vida es completamente devorada; a ella no le preocupa la muerte en última instancia. Vive en el aquí y ahora.

Después de responder a Zhaozhou vuelve su atención a cultivar de nuevo tanto el campo como la mente, sembrando semillas de virtud y compasión, el verdadero fundamento de las enseñanzas de Buda. De la misma manera, nuestras acciones cotidianas requieren que nuestra mente permanezca presente y clara. Para lograrlo nos sentamos una y otra vez en nuestro Zazen.

El rugido del maestro y el rugido de la anciana nos advierten de la urgencia de aplicarnos al asunto fundamental con determinación. Constantemente la vida, con sus peligros, con sus luces y sus sombras, nos ruge y nos conmina a emitir nuestro personal e intransferible rugido como respuesta.

¿Qué es ese gran rugido interior, intemporal, sin sonido, y de dónde viene?